Suele pasar que cuando uno está
estancado decide hacer una pausa, respirar hondo y tomar ejemplo de
alguien experto en el tema. Humildemente, abandonas el bolígrafo y
agachas la cabeza entre las páginas de un libro cualquiera.
Y sí, la inspiración se encuentra
trabajando (que sí, que lo mejor viene hacia el final de la hoja,
cuando la mano se cansa de escribir a la velocidad a la que surgen
las palabras en el rinconcito creativo del cerebro, tan rápido que
deforma una caligrafía inconsistente de serie). Pero el trabajo
también consiste en darle de comer al alma a través de las palabras
de otro.
Y hay otros, o sea personas, que escriben sencillo,
fácil de tragar pero de forma delicada, jugando con las palabras,
continente y contenido, con la habilidad de un mago. Y mientras los
lees, algo hace clic en tu
interior y aparecen miles de ideas geniales cuyo grado de genialidad
disminuye poco a poco, a la par que el grado de inseguridad y las
nubes de preguntas crecen.
Esas
preguntas que todo escritor teme o debería temer...
A la vez, empiezas a pensar si eso que se te ocurre no lo has visto ya en alguna parte, si se enciende la alarma del ¡PLAGIO! y de la ¡Idea trillada! o sólo es inspiración bien entendida.
Decides
dejar el libro fuente a un lado y consigues dormir con un come
come constante
después de haber tragado páginas y páginas que ahora tu mente
trata de digerir, reorganizar y... como un monito en la selva, saltan
de liana en liana asociándose a nuevas ideas veladas por el sueño y
el ya lo escribiré
mañana.
Luego,
al día siguiente frente al papel en blanco, quizá no encaja nada,
ni cuaja ni cuadra. A veces hay suerte y aparece algo distinto a la idea original pero sorprendentemente "apañao", pero otras, exprimes y exprimes---pero ná de ná..
De todos modos, un día tras otro hay que sentarse frente a
ese papel en blanco que nos mira descaradamente y se comunica con la
voz interior autodestructora en un diálogo de locos:
- Hoy no es su día
- Desde luego que no.
- Quizá mañana escriba algo sin sentido pero bonito.
- Quizá no.
- ¿Qué quiere que le diga?
- Dígale cada día: Vuelva usted mañana
- ¿Hasta cuándo?
- Hasta que tenga algo que contar.2 autores que tuvieron la culpa de escribir algo raro...por llamarlo de algún modo.En este caso, los prejuicios no serán bienvenidos. Déjenlos en la puerta, por favor.- Nuria Roca: Los caracoles no saben que son caracoles y Para Ana (de tu muerto)- Risto Mejide: El sentimiento negativo y El pensamiento negativo
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