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Y ahí voy yo, la protagonista del cuento, paseando melancólica sobre mi unicornio blanco, buscando inspiración.
Un día como otro cualquiera aparece un viajero con una mochila enorme, unos mapas y un problema de comunicación. Se sorprende de poder hablar conmigo en extranjero, su idioma materno, y, créeme viajero, ¡yo me sorprende aún más!
Después de tratar de descifrar las indicaciones de sus mapas y por una imprudencia o buena fe, acabo echándole una mano al viajero, llevándole en mi unicornio hasta la fuente de energía más cercana (¡tranquila mamá, no lo volveré a hacer!).
Volviendo al cuento: me río disimuladamente cuando el viajero admite que pretende llegar de ese modo a Oporto desde Barcelona. Y él se ríe sin disimular cuando me dice que, a Barcelona, ha llegado desde Helsinki. ¡JA!
Ese es el momento. Ahí tienes tu revelación.
No es que ahora desee ir a Oporto a dedo a ver a un amigo. Ni siquiera quiero ir a Cuenca de visita de este modo (chica llámame excéntrica, pero le tengo aprecio a una buena cama, una buena ducha y a la comodidad en general).
Pero mi revelación fue que:
nº1. Siempre he querido escribir porque me divierte y es una buena terapia.
nº2. La compra obsesiva de libretas “para llevar en el bolso por si se me ocurre algo” necesita justificarse.
nº3. Nunca me he decidido a escribir “públicamente” porque no he creído que tenga nada interesante que contar.
Y, al fin, mi revelación: si alguien puede cruzar Europa “porque sí”, ¿por qué no puedo yo escribir un simple blog también “porque sí”?
Puede que no le interese a nadie, pero dentro de unos años será divertido ver lo que pensaba entonces/ahora. Y, como mínimo, me reiré de mi misma, que es la forma de humor más sana y constructiva que conozco.
Ilustraciones: www.kristahuot.com/
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