Mientras esperas a que ÉL aparezca
(ver cuento anterior) pueden pasar varias cosas: que aparezcan sapos
vestidos de príncipe azul y con ropa interior de desengaño, que
vuelvas al pasado en tu propia versión del reciclaje mal entendido o
bien, que te obsesiones con que pase algo...¡Y NO PASA NADA!
Y tú lo provocas, te esfuerzas hasta
crear situaciones ridículas e incluso inventadas (¿quién no ha
soñado nunca voluntariamente, quién?). Y con lo del sueño me
refiero a aquel momento en el que todavía no has entrado ni en la R
de la fase REM. Cuando todavía estás despierta y te empeñas en
crear un escenario mental en el que aparecen por este orden:
- Roma / París / New York (sin turistas, frío ni olores varios).
- Tú, ideal, monísima (que evidentemente no eres tú, ya que tus defectos se perdieron entre la neblina onírica).
- Brad, Channing, Hugh, Mr. Northman, William Levy o Dr. Avery. Cualquiera de ellos. O todos, ya puestos...
A partir de aquí todo son canciones de
Barry White y otros topicazos de la seducción, que, para qué nos
vamos a engañar, si los hace Manolo el del 5º son ridículos pero
ponte tú a criticar a uno de estos!
De pronto...alguien los aparta de un
manotazo y aparece una señora vestida de rojo que va y te dice
sonriente: ¡hola! ¡Soy tu menstruación!
¡Toma ya! Product
placement hasta en los sueños provocados... que lo de colocar la
Coca-cola en la mesa de Los Serrano está muy bien, pero ya
tiene un tufillo a rancio y la publicidad es innovar, señores!
Dejando al margen
la publicidad y que ni en mis ensoñaciones las cosas salgan bien, el
tema es que cuando estás en modo espera activas todos tus sensores
y, no se sabe por qué extraña razón, tu círculo de amistades de
pronto toma como deporte nacional el tratar de emparejarte. Con quien
sea. Y sin que tú se lo pidas.
De golpe todo el
mundo tiene un amigo majísimo y solterísimo que casualmente ha
venido a cenar hoy con el grupo y que “no” sabías que
venía (y viceversa). Y notas la presión de todas las miradas en la
nuca durante tanto rato que hasta colaboras por las molestias
ocasionadas. Y muestras interés aunque sabes perfectamente desde
el minuto 1 que él no está tan interesado en ti como en la amiga
que le ha citado. ¡Pobre infeliz!
Es una situación
incomodísima, esto de fingir que no sabes que el objetivo de la
quedada es el que es. Pero aguantas con tu mejor cara de poker y con
la idea de que quizás ganes un amigo.
Además, aprovechas
cuando nadie te mira para recrearte en otra ensoñación (sádica)
mientras te afilas las uñas y te relames pensando: ¡Ay cuando os
quedéis solteros...!